Crónica de un Maratón: Maratón de Lima 2016

Crónica de un Maratón: Maratón de Lima 2016

Llegué a Lima el viernes 13 de mayo en horas de la tarde. Me sorprendió el clima nublado de la ciudad, que parece una amenaza de lluvia que nunca llega. Sin embargo, de inmediato pensé que la temperatura era perfecta para correr y que con un clima así el día de la carrera, había condiciones para lograr un buen tiempo. Aunque tenía muchas ganas de salir a conocer esta ciudad que era nueva para mí, decidí ser conservador y caminar poco, pero no dudé en ir a restaurantes cercanos para disfrutar de la excelente comida peruana. El sábado por la noche lo aproveché para una buena comida de arroz al wok y para preparar mi ropa, mis tennis, mis geles Going y la hidratación para la mañana siguiente.
 
El día de carrera empezó a las 5 am con una ducha, un desayuno ligero y un café, que nunca puede faltar antes de una carrera. Por fortuna mi hotel estaba cerca de la línea de salida, así que llegar sólo requería una corta caminata de unos 20 minutos. A pocas cuadras del hotel me encontré con dos chilenos con quienes pude compartir algunas palabras y experiencias que poco a poco sirvieron para entrar en mentalidad de carrera. Dejé la bolsa en el guardarropa dispuesto por la organización y empecé mi calentamiento en el corral de salida de la maratón. Gente de muchos países llenaba el ambiente de alegría y de ilusión antes de salir. Cada uno con sus calentamientos, estiramientos, ropa, sus abrazos con los amigos, ayudó a crear ese ambiente tan particular de amistad y camaradería  que sólo se ve en las carreras.
 
Ya en mi lugar de salida, muy adelante en el corral pero detrás de los élite africanos y latinoamericanos, empezaron los juegos mentales. ¿Será que lo logro? ¿Será que entrené suficiente? Las típicas preguntas que aparecen en la cabeza de casi todos los corredores antes de cualquier carrera. Mi música me ayudó a concentrarme y enfocarme en mi meta. A las 7 en punto se dio la salida y las dudas y las preguntas pasaron a segundo plano, era hora de concentrarse y correr. La adrenalina de carrera entró en efecto de inmediato y salí a buscar mi paso objetivo de 4:12 min/km que me permitirían llegar a la meta en menos de tres horas.
 
En los primeros kilómetros fue algo difícil ajustarme a un paso constante. Unos kilómetros rápidos y otros no tanto pero que en promedio me mantenían en el paso deseado. En esos primeros kilómetros me separé de la mayoría de corredores y tenía suficiente espacio para correr con comodidad. Las calles de Lima eran agradables y el clima se mantenía tan bueno para correr como cuando llegué a la ciudad. Esta primera parte tenía leves descensos que facilitaban mucho mantener el paso e incluso me mantenían en un paso más rápido del esperado. Sin embargo, hice mi mejor esfuerzo para no acelerar demasiado y no gastar mi energía antes de tiempo. El plan parecía funcionar bien y usar un gel Going cada 30 minutos me ayudó a pasar el punto de media maratón en 1:29:57, justo en el tiempo planeado y sintiéndome bien.
 
La segunda mitad de la carrera empezó justo en el sector playero de San Isidro. En este punto el recorrido empezaba a tener algunos repechos que, sumados a la distancia acumulada ya empezaban a sentirse en las piernas. Sin embargo, no solté el paso y mi tiempo y mi plan se mantenían en curso. Curiosamente, sentía que en las subidas podía acelerar un poco y así pude pasar a varios maratonistas entre los kilómetros 21 a 35. Como era de esperarse, los últimos siete kilómetros de la carrera empezaban a parecer cada vez más largos. Aunque hasta ese punto todo salía bien y mi tiempo era el esperado, ya llevaba casi dos horas y media de carrera aun paso rápido y las piernas empezaban a sentirlo. En ese punto el juego era mental y consistía en convencer a mi cuerpo de que lo que faltaba era poco y que podía mantener la velocidad promedio. Poco a poco fui atravesando esos últimos kilómetros y cada vez era más difícil mantener el paso.
 
Los repechos se sintieron mucho más exigentes y ya no era tan fácil acelerar. Sabía que al estar tan cerca de la meta, no era el momento para flaquear sino para aguantar, convencer a las piernas de que la meta estaba cerca y lograr el tiempo esperado por el que había entrenado unos cuatro meses. Tras dos horas y 50 minutos de carrera, tomé el último gel y empujé con lo último hasta la meta. A pocos metros me di cuenta que mi tiempo no iba a estar por debajo de las tres horas, iba a estar un poco por encima. Aunque no se cumplía ese objetivo, si mejoré mi marca personal en esa distancia, anteriormente en 3:03 y crucé la meta en un tiempo oficial de 3:00:43, un registro que me dejó muy contento y que me acerca al sueño de correr la Maratón de Boston, sueño de miles de corredores, en el 2017.

 

Por: 
Francis Pardo R.
Ultramaratonista
3 Junio 2016
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